Prepizza tesoro cernido, mesías pagana de estómagos urgentes y bolsillos escasos, que milagrosamente llegan a fin de mes. Bendito sea el plusvalor de las manos anónimas que, laboriosas, te hacen imperfecta y deliciosa a los ojos de aquellos que sin pretenciones te buscamos en lo de Lí, esa arcadia muy nuestra que algunos llaman autoservicio. Desoímos a quienes critican, las pinceladas miserables anaranjadas que engañosas te adornan, prepizza, porque no hay nada que un sobre de adobo y la escolta, generosa, del queso mantecoso no puedan remediar. Prepizza, manjar conurbano de hornos domésticos, compañera de sábados indómitos y reuniones boyantes.