Anoche en La Bloguera, rendimos un merecido homenaje a los judíos textiles de Villa Lynch, y al Centro Cultural y Deportivo Isaac León Peretz.
A mediados de la década del 20 del siglo pasado, con la instalación de la lanera Campomar en Villa Devoto, muy cerca del límite con el Partido de General San Martín, se fue desarrollando un polo de inmigración judía, con europeos orientales que habían llegado a nuestro país tras el término de la Primera Guerra Mundial.
A mediados de la década del 30, cuando la Campomar dejó a 3 mil personas en la calle, muchos de los trabajadores y sus familias (en su mayoría) de origen ashkenazim, decidieron quedarse en Villa Lynch para salir adelante y ayudar a los que se habían caído del todo.
Como algunos ya habían podido abrir su pequeño taller, pusieron en práctica un asociativismo de tipo mutualista, que en poco tiempo dejó se der meramente comercial y tuvo sus primeros frutos en la fundación de una biblioteca, con la idea de poder transmitirle a sus hijos, los valores y las tradiciones del pueblo judío.
A poco de andar, la pequeña biblioteca que había sido inaugurada en una pieza alquilada, se convirtió en Centro Cultural, en un kinder club, el shule (bilingüe ydish-castellano, al que los chicos iban de tarde, porque a la mañana concurrían a la escuela pública), y en un Club Social.
Así nació, en 1940, el Centro Cultural y Deportivo Isaac León Peretz, cuyo objetivo institucional era el de brindar a los hijos de los inmigrantes una educación judía, laica, progresista y de izquierda.
En su trabajo "Los judíos textiles de Villa Lynch", Nerina Vizacovsky escribe:
"La identidad peretziana se construyó en un campo de tensiones permanentes. Su perfil sociopolítico respondió a la Federación ICUF, aliada ideológicamente al Partido Comunista Argentino, pero su dinámica en el barrio le dio características comunes a todos aquellos emprendimientos socio-educativos generados por la inmigración en el período entre guerras mundiales".Durante más de 35 año, el Peretz de Villa Lynch se convirtió en una referencia insoslayable para toda la comunidad y los barrios aledaños, como Villa Piaggio, Villa Progreso y Villa Maipú.
Era una institución pujante, con un desarrollo ejemplar, donde además de la escuela había una pileta de natación, canchas de voley y basquet, y hasta un teatro con 400 butacas (toda una rareza en la zona, para aquella época).
Más allá de cierto recelo para con la fugura de Perón, la prosperidad del Peretz y sus asociados fue creciendo al calor de la política industrialista del peronismo. Todas las políticas económicas que fueron implementando los gobiernos posteriores a la caída de Perón en el 55, conspiraron contra el desarrollo y el porvenir de la institución.
Pero sin dudas, la estocada final se produjo con la apertura indiscrimindada de las importaciones textiles que impulsó Martínez de Hoz, y que llevó practicamente a la ruina a los pequeños y ruidosos talleres de Villa Lynch.
Las sucesivas comisiones directivas del Peretz, conformadas siempre por personas con ideas de izquierdas (por lo general, enfrentadas ideológicamente a las cúpulas dirigenciales comunitarias), jamás aceptaron dinero que no viniera del bolsillo de sus socios. Ergo, cuando dejó de haber pequeños y medianos empresarios textiles que le dieran sustento, el Peretz cayó por el mismo tobogán que el resto de las instituciones de su estilo en nuestro país, un poceso que describió de manera excelente la película Luna de Avellaneda.
Comentarios
Una de las trabas que ponían los padres para ir era que estaba cerca de un villa [prurito de clase media supongo]
Hace poco me detuve y espié por el portón lateral: sobre la pared descascarada aún se leía parte de una canción de Pablo.
hoy en día todas estas funciones que prestaba no harían mella: la gente le tiene miedo a la zona, y , dicen, está llena de negros.
Gracias por postear esto.