Me cuenta el otro día Jorge Bonfanti (El Bonfa, para los amigos) una anécdota que le tocó vivir de cerca, ocurrida hace alguos años.
Corría el año 2003, y en los barrios del conurbano profundo todavía se sentía muy fuerte la malaria económica que se arrastraba desde la crisis de años atrás.
En la zona norte, una agrupación de muchachos peronistas que gestionaba, entre otras cosas, un taller de carpintería, trataba de ingeniárselas para sobrevivir de la mejor manera que podía (hasta iban a ofrecer las mesitas y las tablas de cocina al Trueque).
Una tarde, cerca de fin de año, se les acercó un importante diputado que hoy reporta en las filas kirchneristas, pero que en aquellos años todavía se encontraba entre los soldados más eficientes del duhaldismo. Como somos gente de códigos (?), no lo vamos a nombrar por ahora (?).
Lo cierto es que el dirigente en cuestión, al enterarse de la capacidad de movilización con que contaban estos compañeros, les preguntó en qué podía ayudarlos, si ellos estaban dispuestos a concurrir a un acto en el que iba a hablar la señora Hilda González de Duhalde.
Los muchachos no anduvieron con vueltas, y antes de pedir máquinas o materia prima para el taller (que vaya uno a saber cuando iban a llegar), le dijeron al diputado que querían plata, para no perder el día de laburo, y enseguida acordaron una cifra más o menos razonable.
Antes de sellar el acuerdo, los compañeros pusieron una exigencia más: dada la extensión de la jornada (iban a estar como cinco o seis horas fuera de sus casas), pidieron un refrigerio como Dios manda, nada de sanguchitos de miga ni pavadas por el estilo: querían sánguches de milanesa. El diputado, como era de esperarse, también accedió.
El día del acto, la gente de la agrupación arribó al lugar a la hora pautada, y uno de los referentes se mandó a buscar a este diputado, para que lo acordado no se escurriera en medio de la algarabía que la muchachada duhaldista exhibía aquella mañana.
Como suele (?) ocurrir en estos casos, el diputado derivó al dirigente barrial con uno de los suyos: "Hablá con Tito, que él te va a arreglar todo".
Cuando el emisario de los compañeros fue en busca del Tito en cuestión, este lo esperaba a la sombra de un árbol, y mientras se secaba la transpiración de su frente le depositó en las manos un fajito de billetes aclarando: "Acá está la mitad de lo que arreglaron, el resto llega dentro de un rato, con los sánguches".
Murmurando algunos insultos, el referente de la agrupación volvió hacia donde estaban sus compañeros, para contarles lo acontecido. Las caras de culo se hicieron indisimulables, pero bueno, ya estaban ahí, y no pensaban irse sin llevarse lo que habían ido a buscar.
Como a las tres horas, mientras la entonces diputada "Chiche" Duhalde ya estaba dirigiéndose al auditorio, apareció nuevamente en escena "Tito", con otro montoncito de billetes y una caja que contenía el tan ansiado refrijerio.
La mala onda de los compañeros ya era evidente, pero cuando vieron que el almuerzo era de milanesas ¡de soja! organizaron rápidamente la retirada, llevándose consigo todos los volantes con la cara de "Chiche" que veían a su paso, para darles un mejor uso en el baño del local durante unos cuantos días.
En los meses siguientes, cada vez que se quería comunicar con los compañeros de la carpintería, el diputado involucrado solo obtuvo como respuesta algunos saludos a sus familiares femeninos directos. Y un "Feliz Navidad", claro está.
Corría el año 2003, y en los barrios del conurbano profundo todavía se sentía muy fuerte la malaria económica que se arrastraba desde la crisis de años atrás.
En la zona norte, una agrupación de muchachos peronistas que gestionaba, entre otras cosas, un taller de carpintería, trataba de ingeniárselas para sobrevivir de la mejor manera que podía (hasta iban a ofrecer las mesitas y las tablas de cocina al Trueque).
Una tarde, cerca de fin de año, se les acercó un importante diputado que hoy reporta en las filas kirchneristas, pero que en aquellos años todavía se encontraba entre los soldados más eficientes del duhaldismo. Como somos gente de códigos (?), no lo vamos a nombrar por ahora (?).
Lo cierto es que el dirigente en cuestión, al enterarse de la capacidad de movilización con que contaban estos compañeros, les preguntó en qué podía ayudarlos, si ellos estaban dispuestos a concurrir a un acto en el que iba a hablar la señora Hilda González de Duhalde.
Los muchachos no anduvieron con vueltas, y antes de pedir máquinas o materia prima para el taller (que vaya uno a saber cuando iban a llegar), le dijeron al diputado que querían plata, para no perder el día de laburo, y enseguida acordaron una cifra más o menos razonable.
Antes de sellar el acuerdo, los compañeros pusieron una exigencia más: dada la extensión de la jornada (iban a estar como cinco o seis horas fuera de sus casas), pidieron un refrigerio como Dios manda, nada de sanguchitos de miga ni pavadas por el estilo: querían sánguches de milanesa. El diputado, como era de esperarse, también accedió.
El día del acto, la gente de la agrupación arribó al lugar a la hora pautada, y uno de los referentes se mandó a buscar a este diputado, para que lo acordado no se escurriera en medio de la algarabía que la muchachada duhaldista exhibía aquella mañana.
Como suele (?) ocurrir en estos casos, el diputado derivó al dirigente barrial con uno de los suyos: "Hablá con Tito, que él te va a arreglar todo".
Cuando el emisario de los compañeros fue en busca del Tito en cuestión, este lo esperaba a la sombra de un árbol, y mientras se secaba la transpiración de su frente le depositó en las manos un fajito de billetes aclarando: "Acá está la mitad de lo que arreglaron, el resto llega dentro de un rato, con los sánguches".
Murmurando algunos insultos, el referente de la agrupación volvió hacia donde estaban sus compañeros, para contarles lo acontecido. Las caras de culo se hicieron indisimulables, pero bueno, ya estaban ahí, y no pensaban irse sin llevarse lo que habían ido a buscar.
Como a las tres horas, mientras la entonces diputada "Chiche" Duhalde ya estaba dirigiéndose al auditorio, apareció nuevamente en escena "Tito", con otro montoncito de billetes y una caja que contenía el tan ansiado refrijerio.
La mala onda de los compañeros ya era evidente, pero cuando vieron que el almuerzo era de milanesas ¡de soja! organizaron rápidamente la retirada, llevándose consigo todos los volantes con la cara de "Chiche" que veían a su paso, para darles un mejor uso en el baño del local durante unos cuantos días.
En los meses siguientes, cada vez que se quería comunicar con los compañeros de la carpintería, el diputado involucrado solo obtuvo como respuesta algunos saludos a sus familiares femeninos directos. Y un "Feliz Navidad", claro está.
Comentarios
Yo fui a infinitos actos en mi larga vida y nunca me tuve que comer un sanguche de soja, ni cobre un mango.
Puse guita para el partido, cuando amerito e hice empanadas para los compañeros que es lo que se espera de una mujer en un local partidario.
Morfate la milanesa de soja, y jodete Hay codigos de mierda. Si no te gusta chiche,no vas al acto y que le den por culo.
Si te gusta chiche, hasta te mojas las patas en la fuente. Al menos, asi lo veo yo, como decia no se que necio.
la otra tenes razon carajo
Felicidades para todxs
HechoMaldito
La palabra mercenario, claramente no se ajusta al desarrollo de esta historia.
Feliz Navidad.
Horacio de Burzaco
Si, era del PI.
Felices fiestas conu.
Abrazos
Clientelismo político con milanesa de soja, donde se vio?
Felicidades para vos y los tuyos.
AnonimA
Si va a viajar, no se mande por Mosconi, el cielo nos regalo una pileta pública!
(Ahí le mando un regalo x mail)
Saludos a todos los compañeros, y a la compañera Cristina en especial!
un abrazo Quilmeño.
Me parece que de tanto que la oposición rompe las pelotas con el concepto de "clientelista" se pasan para el otro lado, como si fuera un honor ir a un acto por guita.
SN
Cualquiera.
No digo que ser puta fina sea exactamente lo mismo que salir de caños, ni que ir a hacer bulto a un acto por la milanga y el pago del día de trabajo sea lo mismo que limpiar la mugre ajena.
Que se yo, me acordé de las necesidades y las dignidades según como se miren
saludos!
La verdad esta nueva juventud maravillosa remixada me asusta un poco. Quien sabe en que derivará
AnonimA
saludos!