Postales de un país que ya fue

En 1990, a un empresario dueño de muchas cosas se le ocurrió que existía la posibilidad de transformar a un ferrocarril que se encontraba en deshuso desde hacía treinta años, en un polo turístico y comercial sin precendentes hasta ese momento en nuestro país. El grupo económico que impulsó semejante locura se llamaba Sociedad Comercial del Plata (SCP), y fue uno de los emblemas de los noventa (junto a los liquidados Excel Group y CEI Citicorp). El hombre que encabezaba el holding se llamaba (se llama) Santiago Soldati: nieto del hombre que donó a la Ciudad de Buenos Aires las tierras donde hoy se asientan Villa Lugano y Villa Soldati (Don José Soldati, que en honor a su ciudad natal, Lugano, Suiza, eligió ese nombre para el barrio.), y miembro de una de la familias más ricas del país. Ah, el proyecto faraónico con bríos primermundistas se llamó Tren de la Costa. El servicio que prestaba el antiguo "Ramal del Bajo" del Ferrocarril Mitre había sido dado de baja por el presidente Arturo Frondizi, lisa y llanamente porque era económicamente inviable. Al estar separado en buena parte de su traza por menos de un kilómetro con el ramal Tigre del mismo ferrocarril, las autoridades decidieron darlo de baja, y sus instalaciones fueron prácticamente abandonadas. En septiembre de 1990, en los albores de la fiesta menemista, el gobierno nacional decidió que si se remataban servicios básicos como las comunicaciones y la electricidad, el Tren de la Costa debía ser entregado, cuanto antes, al mejor postor. Ahí apareció Santiago Soldati, con lo que hasta entonces era un fondo de inversión alimentado con el dinero de los amigos de su infancia europea (N. del Conu: Soldati se educó en un Colegio aristocrático suizo donde fue compañero del rey Juan Carlos de España, entre otros). Sin dudarlo un instante, y a través de una licitación que respetó el cánon menemista, las autoridades otorgaron el Tren de la Costa para su puesta en marcha a la Sociedad Comercial del Plata, que prometía no solo hacer funcionar al medio de transporte, sino además convertir sus estaciones en grandes polos de atracción para el turismo y el comercio. Con el tiempo, el grupo que lideraba Soldati llegó a controlar una número muy importante (o incluso la totalidad) de las acciones de empresas como Telefónica de Argentina, Philco, Telefé, Eg3, Transener, Aguas Argentinas, Comercial del Plata Constructora, Transportadora de Gas del Norte, Gas Natural BAN y Compañía General de Combustibles. Esta última es la única empresa "grande" que hoy día le queda. De las once estaciones que tenía el nuevo Tren de la Costa, hubo dos que se convirtieron en el caballito de batalla del mega emprendimiento: la estación Delta, donde todavía se encuentra el Parque de la Costa, y la estación San Isidro, de la cual se pueden ver las imágenes que ilustran este post. La Estación San Isidro R (tal su nombre completo) se inauguró en 1995, año que el tren comenzó a operar. Junto a ella se estrenó también lo que se publicitaba como "el primer Open Mall del país" (sic), es decir, un paseo de compras a cielo abierto, con locales de marcas caras. Igual que en Miami (slogan que también utilizó el Shopping Alto Avellaneda, del cual ya nos vamos a ocupar en algún momento). En rigor de verdad, el Centro Comercial que estaba junto a la estación San Isidro R estaba preparado para convertirse en un paseo en el cual l@s adolescentes de las escuelas privadas de la zona norte pudieran pasar sus ratos en un lugar más o menos acorde a la nube de pedos en la que les tocó vivir. Iban, también, familias o mujeres con chicos, pero más que nada los fines de semana. Además de contar con todas las marcas de moda en aquellos años, el Centro Comercial tenía detalles increibles, a saber: ventiladores de techo en las galerías (insisto por si alguién se perdió: era un lugar a cielo abierto); escaleras mecánicas (también al aire libre, obvio); un complejo de Cines (no recuerdo cuantos eran), y varios locales de comidas. La estructura, ya se dijo, era desmesurada y fastuosa. Nunca dijeron los dueños de la Sociedad Comercial del Plata en cuanto tiempo pensaban recuperar lo que habían invertido. Hecho curioso. En estos días volví a la Estación San Isidro R y me encontré con lo que pueden ver en las fotos: los locales de la planta baja están vacíos y tapiados. En lo que sería la parte "sur" del Complejo hay algunas oficinas que funcionan en la planta alta. Los locales de comida, obviamente sobreviven gracias a la gente que trabaja allí, y a los vecinos de la zona. En la parte "norte", el abandono es casi total: ventanas con vidrios rotos (o directamente sin ellos), hierros retorcidos, escaleras mecánicas oxidadas, en fin, una depresión. Actualmente, las pocas empresas que quedan en manos de Soldati se encuentran en concurso preventivo, incluyendo al Tren de la Costa. Sus acciones en la Bolsa de Buenos Aires se escurren como por un tobogán de agua, y muchos hablan de una quiebra inminente.