Punta Lara, la Reina del Plata

Por Matías Bisso

En tiempos de ocios estivales, es habitual presentar opciones de mini turismo. Punta Lara, sobre la costa del Río de La Plata y pegada a la capital provincial, es una buena posibilidad para la época.
Ubicada en el partido de Ensenada, es salida de fin de semana habitual de los platenses, para ir al encuentro de algo de naturaleza. Tal vez por comodidad, me parece el más lindo de los balnearios que se encuentran al sur del conurbano, menos urbanizado que, por ejemplo, la costanera quilmeña, y menos agreste que La Balandra berissense y que las costas de Atalaya y Magdalena, aún más al sur.

Para llegar, simplemente deben subir a la autopista BsAs-La Plata, en cualquiera de los accesos y recorrerla hasta el final, optando en ese punto no por la bifurcación de la derecha (“La Plata-Ensenada”), si no por la de la izquierda . No se dejen engañar por un cartel previo, a la altura de Villa Elisa, que también dice Punta Lara, pero que los lleva al camino Villa Elisa-Punta Lara, casi intransitable, hogar de vehículos incendiados por razones desconocidas, y eventual escenario de las páginas policiales por hallazgos no del todo agradables. La opción “a pata” es micro o tren hasta La Plata, y de allí el 275 “A Punta Lara”.

Una vez descendidos de la autopista, se encontrarán con la extensión de la diagonal 74, y los descampados que alguna vez la intendencia de Ensenada ofreció a Estudiantes para que construyera su estadio, en momentos en los que arreciaba la persecución al tetracampeón de América. Luego de pasar por el frente de la sucursal local del CEAMSE y con el omnipresente polo petroquímico a su derecha (no se dejen amedrentar por eso) llegarán a la rotonda de Punta Lara. Allí, un olvidado monolito recuerda a la figura de Silvio Pettirossi, pionero de la aviación paraguaya (una especia de Jorge Newbery guaraní) que terminó sus días en un accidente de vuelo en la zona y en cuyo honor lleva la denominación un club de Ensenada, y también otro en Paraguay que estuvo alguna vez en la primera división de aquel fútbol (así como el aeropuerto internacional de Asunción).

En esa rotonda, se encontrarán con el camino costanero que tanto hacia la derecha (en dirección a Ensenada, Puerto de La Plata y Berisso), como hacia la izquierda (en dirección a la reserva “Selva Marginal”) presenta la imponente presencia del plata. La costa solía estar casi totalmente bloqueada a la vista por los campings y los recreos sindicales, pero desde hace un par de años, la política desprivatizadora del intendente Secco, hizo que presente en varios sitios, lugares de acceso libre y gratuito con bancos, baños y parrillas de propiedad municipal. No es la infraestructura de la Costa Azul, pero alcanza para cubrir las necesidades básicas de la patria choripanera.
La extensión de las playas depende de los ánimos del río, pero generalmente presenta una generosa franja de arena/lodo, óptima para la práctica de la pelota paleta, el fútbol playero y el tejo.

Si bien algunos se le animan a las aguas del río “color de león” (no es mi caso), no es recomendable la excursión cuando la temperatura es agobiante, porque simplemente se cagarán de calor, pero para días que rondan los 30º, la sombra, la brisa rivereña y el contacto con la naturaleza pueden ser un aliciente a la urbe. Para temperaturas superiores sólo si estan dispuestos a oblar la entrada a alguna de las piletas, o tienen la suerte de que su sindicato tenga instalaciones en el lugar (se puede consultar acá).

Además de algunas parrillas donde comer, venta de artículos de pesca y carnada e infaltables kioscos cerveceros también se cuentan entre los atractivos turísticos las ruinas del “Palacio Piria” (el fundador de Piriápolis en algún momento pensó que su utopía veraniega podría desarrollarse aquí) y la ya mencionada Selva Marginal, último retazo del ecosistema selvático que acompañaba la costa del río por esta zona.