Era la última noche de las primeras vacaciones que pasaba solo, sin Tami, con quien había decidido terminar antes de fin de año.
Las vacaciones se convertían, entonces, en una experiencia inédita. Después de haber noviado con Tamara durante cuatro años, Nicolás vivía este viaje junto a sus amigos como el principio de una nueva vida.
No es que tuviera facturas que pasarle al pasado, porque producto de aquella relación había debutado (sin pagar) antes que todos los demás, y además cogía más seguido que cualquiera, pero la relación con Tami se había vuelto una monotonía sin sentido y era preferible, se dijo un día, cortar ahora y guardar un lindo recuerdo, que estirar la cosa y terminar no queriendo verla nunca más en la vida.
Por eso, en cuanto se separó de su novia, habló con su papá para pedirle la casa de Gesell, y al toque les dijo a sus amigos que ya tenían dónde parar.
Esa última noche de final de quincena, hacía media hora que estaba a los besos con una morocha de mirada tenue y curvas intensas. La había conocido un rato antes, en una de las mesas del bar al que iba todas las noches con los pibes, sobre 104, a media cuadra de la Costanera.
Ya se habían preguntado los nombres, el folclórico ¿de dónde sos? , y que hacían con sus vidas antes y después de estar veraneando en Villa Gesell. El resto del tiempo lo dedicaron a mirarse, reir, y darse muchos besos más.
Como todavía era temprano, Nicolás pensaba la manera de decirle a la piba si no quería estar un rato más en el bar y después arrancar para "otro lado", eufemismo que tenía decidido utilizar para no decir "mi casa" (porque en rigor de verdad, transcurridas las dos semanas, ese lugar ya no era "su casa").
Mientras ganaba tiempo para invitarla a ir al "otro lado", a Nico se le iban ocurriendo más preguntas para hacer. Sabía que la chica no tenía novio, que estudiaba Farmacia en la UBA ("diez materias adentro y un par de finales pendientes"), que tenía dos hermanos varones, y que estaba allí con sus amigas. De fondo, ruidos de chops que se golpeaban y música que obligaba a conversar de cerca.
Como siempre quería saber de todo, todo, se acordó que le había quedado picando una de las respuestas de la minita. Ante su "¿de dónde sos?", ella había devuelto un escueto "zona sur".
Por eso Nico fue a la carga otra vez, y con la sutileza que lo caracterizaba (la de un elefante en un bazar) insistió:
-¿Y de qué parte de zona sur sos?
-De Rafael Calzada, ¿conocés?
La respuesta lo hizo trastabillar con sus propios pensamientos.
Antes que la chica terminara con su respuesta en forma de pregunta, Nicolás tragó saliva y seguramente debió haber palidecido, porque ella volvió a mirarlo a los ojos, y con una sonrisa apresurada le volvió a preguntar si conocía.
Nicolás contestó que más o menos, y enseguida intentó reponerse, desviando la conversación para cualquier lado.
Efectivamente, Nicolás había escuchado una infinidad de veces hablar de "Rafael Calzada" o simplemente "Calzada". Desde muy chico conocía la existencia de ese lugar lejano, de donde venía Azucena, la shikse que iba tres veces por semana a la casa de su niñez en Palermo.
Las historias que Nicolás conocía sobre Calzada, en general estaban asociadas a hechos delincuenciales y a chusmeríos de barrio que Azucena comentaba con Dina, la bobe de Nicolás.
Cuando la madre de Nico no estaba en la casa, Azucena y Dina se la pasaban conversando, y Nicolás escuchaba.
Un día, cuando tenía siete u ocho años, a Nicolás se le ocurrió preguntarle a la mamá si Rafael Calzada era un lugar tan feo como el que parecía ser en las historias que Azucena contaba.
Sin titubear, la madre de Nico optó por darle una de las respuestas típicas que se suelen dar en estos casos a un niño:
-Y... La verdad que lindo, no es. Pero hay de todo: gente mala y gente que trabaja.
-Como Azucena...
-Si, claro, como Azucena.- Sentenció la madre, que jamás había pisado Rafael Calzada.
A partir de ese momento, para Nicolás, Rafael Calzada pasó a ser el lugar de donde provenían las mucamas. Debe ser así, pensó: si en Calzada había "gente mala y gente que trabaja" (o sea, buena), las personas buenas deberían ser todas mucamas.
Debía ser algo natural, como la vida misma: si las salchichas venían de Viena y las Cigüeñas de París, las shikses venían de Calzada.
Ahora que tenía veinte años y creía conocerlo todo, Nicolás se encontraba nuevamente escuchando a una mujer que vivía en Calzada, aunque a diferencia de Azucena, soñaba con ser farmacéutica y veraneaba en Villa Gesell. Paola.
Azucena, ya sabía Nicolás, no conocía el mar.
Era la última noche de las primeras vacaciones que pasaba solo. Después de los besos en el bar, fueron con Paola para otro lado, y en medio de caricias y susurros, hubo promesas de volverse a ver.
Al día siguiente, Nicolás no empezó una nueva vida, pero al menos dejó de pensar como un niño de siete años, al que le cuentan cómo es el mundo en el que vive.
Comentarios
No hay destinos escritos, no debe haberlos. no los habrá.
Un fuerte abrazo peronista !!!
Besos de una morocha mendocina que al primer pibe del Conurbano lo conoció en Villa Gesell.
Me gustó
Me hizo acordar a este relato del amigo antikirchnerista de Artemio "el obispete" en el que critica a Sandra Russo por caracterizar a Burzaco como un lugar pobrísimo (que no lo es en absoluto)
http://alternativas-de-un-cambio.blogspot.com/2008/06/los-paraisos-virtuales-de-sandra-russo.html
El Lurker
Ah, y a Calzada, Glew, etc las cago la llegada del tren electrico (teoria de un familiar y sus vecinos que tenian casa en Glew hace muchos muchos años).
Seguramente Azucena no leyo "La teoria del oprimido" pero esta claro que tenia herramientas para defenderse...
y es muy seguro que ese pibe aprendio a comer buena comida de la mano de Azucena,un buen guiso un puchero y unas sopas bien calentitas en invierno o empanadas echas con esas manos de amor...
y eso del "chusmerio de Barrio" no es otra cosa que los comentarios de lo que sucede en su barrio y no lo publican los diarios o lo que sucede en su familia y es la manera de que una ama de casa haga a catarsis. Pero claro "la patrona" o "la señora" hace lo mismo pero con un desconocido que tiene titulo de psicologo y done bomita todos sus amorios y fantasias o frustraciones pero claro "ese chusmerio" tiene categoria de profesional y pasa a llamarse "terapia" y tiene una tarifa...
veo como se construyen casa que son casi palacios en los barrios privados costosas y con estudios de arquitectura de renombre, pero no dejan de ser pobres casas hasta que no entran nuestras Azucenas y empiezan a ser lugares habitables y con verdadero aroma y sentido de hogar como solo nuestras Azucenas saben...
volviendo a las vacaciones queda claro que sino paso nada es porque Paola de Calzada seguramente se dio cuenta, que Nico nunca dejo de pensar como un chico de 7 años!!!
PD:perdon cumpa de mate amargo, pero en nuestro Proyecto Nacional y Popular tiene que haber millones de Azucenas pero tenemos que tener los huevos como Pueblo de imponer la ley antimonopolica de medios.
bah, traté de estar a la altura de los opinólogos anteriores, no sé si lo logré ;)
déjense de joder, es una historia piola y listo, no hagan comparaciones y deducciones ridículas, y si quieren hacerlas, empiecen por Ficciones de Borges a ver qué les da...
saludos
Saludos ruines.
saludos
No hay nada más lindo para un hombre que cruzarse con una linda "morocha" del conurbano, y dejar de lado esos prejuicios boludos que nos imponen desde los medios y en la vida cotideana. La minita del conurbano es hermosa, no es aburrida como las chetas de Recoleta o Barrio Parque. Esto lo digo por experiencia... A mi me dejan con una morocha del conurbano!!!
Hoy a mis 37 años estoy felizmente casado con una hermosa morocha de Glew!
Ezequiel de Merlo
Ezequiel de Merlo
Frastas: lo felicito. saludos!
Pero también es cierto que el puntero Duhaldista, Jorge Antonio Villaverde, ex senador nacional también es de allí. Su casa se encuentra a metros del arco de ingreso