
La primera vez que fui al cine creo que tenía 5 años, pero no fue un cine. En la Sociedad de Fomento de mi barrio, habían organizado una jornada a beneficio de las familias damnificadas por las inundaciones en el Chaco y el evento consistía en la proyección de una película. La entrada: un alimento no perecedero.
Ahí estábamos nosotros, los pibes pobres del conurbano ayudando a los pibes más pobres todavía del NEA ¿La película? No me acuerdo. Cupido Motorizado o alguna de esas.
Para mí fue una experiencia inolvidable: a pesar de la imagen borrosa en la pantalla gigante y el sonido lleno de frituras, fue una de las tardes más lindas de mi infancia. Me sentía en una sala de los estudios Universal. Era domingo.
Ya en la escuela primaria, "la Fomento" era un lugar ineludible durante la semana. Antes de ir al club a practicar (jugué al baby fútbol desde los 6 años hasta los 12, pero eso es motivo de otro post que ya vendrá) pasaba por la Biblioteca, que se llamaba "Domingo Faustino Sarmiento", para consultar los viejos manuales del alumno bonaerense Kapeluz, que se arrumbaban en los estantes del primer piso.
Otra: hasta la revolución de las telecomunicaciones, el único teléfono público en treinta cuadras a la redonda, estaba ahí.
Con el tiempo dejé de frecuentarla: solamente iba para los bailes de carnaval, y algún que otro cumpleaños de quince al que entraba de colado con Kima, un amigo, que era el hijo del presidente. Después de esa época, ya no fui más.
Las Sociedades de Fomento del Conurbano Bonaerense se originaron con la expansión urbana de la década del 20. Según la excelente investigación llevada a cabo por Mario Raitter e Inés González Bombal, "Estudios sobre los el Sector sin Fines de Lucro en la Argentina" (Buenos Aires, 2002), estas instituciones surgieron de asociaciones de vecinos que se agruparon para hacer frente a las necesidades de servicios públicos, y a las demandas de servicios culturales y de educación. Raitter y González Bombal sostienen que son (o fueron) el nexo principal entre el Estado y la comunidad.
Años después recibieron reconocimiento Municipal (el artículo 27 de Ley Orgánica de Municipios establece que corresponde a los poderes Ejecutivos y Legislativos Municipales reglamentar y garantizar su funcionamiento), y con el advenimiento del Estado Social, tuvieron un crecimiento ininterrumpido durante décadas, ofreciendo a la población todo tipo de actividades deportivas, artísticas, educativas y recreativas, siempre en forma gratuita o con cuotas sociales simbólicas.
Con la llegada del neoliberalismo y la descomposición del tejido social, las Sociedades de Fomento iniciaron un camino de crisis del cual tal vez nunca puedan volver plenamente, a pesar de estos últimos años de recuperación de las identidades locales a través del tenue bienestar general generado por la recuperación económica.
Hace un par de años, por motivos que no vienen al caso, recurrí a un amigo de la infancia para pedirle la colección casi completa de la revista "Panorama" que yo recordaba que sus padres tenían. Cuando fui a la casa y le pregunté donde tenía guardados esos ejemplares tan preciados (al menos para mí), mi amigo respondió:
-Se los doné a la Fomento el mes pasado. Me ocupaban lugar y eran un juntadero de mugre.
Mi primera sensación fue la de maldecir por no haber llegado antes, pero enseguida sentí una felicidad enorme, al darme cuenta que, a pesar de todo, la Biblioteca seguía siendo considerada una referencia barrial insustituible para cualquier vecino.
Obviamente, mi viejo carné de la infancia ya no servía, así que me volví a hacer socio para poder sacar las revistas de a una, y fotocopiar o escaner las cosas que me interesaban.
Tengo una entrevista de Paco Urondo a Julio Cortázar, fechada en noviembre de 1970, que no tiene desperdicio. Un día de estos la comparto con todos ustedes.
Ahí estábamos nosotros, los pibes pobres del conurbano ayudando a los pibes más pobres todavía del NEA ¿La película? No me acuerdo. Cupido Motorizado o alguna de esas.
Para mí fue una experiencia inolvidable: a pesar de la imagen borrosa en la pantalla gigante y el sonido lleno de frituras, fue una de las tardes más lindas de mi infancia. Me sentía en una sala de los estudios Universal. Era domingo.
Ya en la escuela primaria, "la Fomento" era un lugar ineludible durante la semana. Antes de ir al club a practicar (jugué al baby fútbol desde los 6 años hasta los 12, pero eso es motivo de otro post que ya vendrá) pasaba por la Biblioteca, que se llamaba "Domingo Faustino Sarmiento", para consultar los viejos manuales del alumno bonaerense Kapeluz, que se arrumbaban en los estantes del primer piso.
Otra: hasta la revolución de las telecomunicaciones, el único teléfono público en treinta cuadras a la redonda, estaba ahí.
Con el tiempo dejé de frecuentarla: solamente iba para los bailes de carnaval, y algún que otro cumpleaños de quince al que entraba de colado con Kima, un amigo, que era el hijo del presidente. Después de esa época, ya no fui más.
Las Sociedades de Fomento del Conurbano Bonaerense se originaron con la expansión urbana de la década del 20. Según la excelente investigación llevada a cabo por Mario Raitter e Inés González Bombal, "Estudios sobre los el Sector sin Fines de Lucro en la Argentina" (Buenos Aires, 2002), estas instituciones surgieron de asociaciones de vecinos que se agruparon para hacer frente a las necesidades de servicios públicos, y a las demandas de servicios culturales y de educación. Raitter y González Bombal sostienen que son (o fueron) el nexo principal entre el Estado y la comunidad.
Años después recibieron reconocimiento Municipal (el artículo 27 de Ley Orgánica de Municipios establece que corresponde a los poderes Ejecutivos y Legislativos Municipales reglamentar y garantizar su funcionamiento), y con el advenimiento del Estado Social, tuvieron un crecimiento ininterrumpido durante décadas, ofreciendo a la población todo tipo de actividades deportivas, artísticas, educativas y recreativas, siempre en forma gratuita o con cuotas sociales simbólicas.
Con la llegada del neoliberalismo y la descomposición del tejido social, las Sociedades de Fomento iniciaron un camino de crisis del cual tal vez nunca puedan volver plenamente, a pesar de estos últimos años de recuperación de las identidades locales a través del tenue bienestar general generado por la recuperación económica.
Hace un par de años, por motivos que no vienen al caso, recurrí a un amigo de la infancia para pedirle la colección casi completa de la revista "Panorama" que yo recordaba que sus padres tenían. Cuando fui a la casa y le pregunté donde tenía guardados esos ejemplares tan preciados (al menos para mí), mi amigo respondió:
-Se los doné a la Fomento el mes pasado. Me ocupaban lugar y eran un juntadero de mugre.
Mi primera sensación fue la de maldecir por no haber llegado antes, pero enseguida sentí una felicidad enorme, al darme cuenta que, a pesar de todo, la Biblioteca seguía siendo considerada una referencia barrial insustituible para cualquier vecino.
Obviamente, mi viejo carné de la infancia ya no servía, así que me volví a hacer socio para poder sacar las revistas de a una, y fotocopiar o escaner las cosas que me interesaban.
Tengo una entrevista de Paco Urondo a Julio Cortázar, fechada en noviembre de 1970, que no tiene desperdicio. Un día de estos la comparto con todos ustedes.
Comentarios
Le quiero agregar un dato, en la pampa gringa donde nací y me crié, las sociedades de fomento eran dos, la italiana y la española, Siempre venían por partida doble.
Lo que siempre me alucinó es cómo en pueblitos de unos pocos habitantes se erigian estos edificios emblemáticos y fastuosos verdaderos "templos de la cultura" de los pueblos.
Por qué dos, ahí viene algo que solo en ese caso he visto en la Argentina, por competencia.
Sí, la rivalidad entre la colonia de españoles versus la de los italianos produjo este fenómeno, que hasta donde yo tengo noción es único, de suma no cero.
La competencia era para ver quién hacía más, quién hacía mejor, no cómo cagar al otro, cómo destruirlo, como pasó luego de la década del 70 para acá.
Si la cultura de las sociedades de fomento despierta interés y es objeto de análisis, la forma de interaccionar con la comunidad, no es menos interesante.
Me pregunto. ¿La competencia no excluyente del otro, no habrá sido la clave de su éxito?
PD: Quiero ir a esa biblioteca, no te podes guardar el dato vos sólo, quiero acceder a esas Revistas Panorama, de las que apenas posee unas 5 o 6.
Un abrazo
Me imaginaba las tades viendo cine barrial...
Creo que hay que usar toda esa nostalgia que genera recordar esos momentos y volcarla a acciones concretas para ayudar a recuperar esos espacios.
Que todavía hay gente, mucha, que está dispuesta a dar su tiempo y sus ganas para "fomentar algo", por el barrio,por el otro.
Ayer fui a una movida cultural en un barrio marginal pegadíto a la universidad (tan pegadito que los estudiantes de sociales no sabemos ni como se llama). Me emocionó mucho ver llegar la nochecita con la gente del barrio disfrutando del futbol y el cine, de la murga , de los títeres.
No podemos dejar que esas cosas sean solo parte del recuerdo y la añoranza. He dicho.
Un abrazo!
La sociedad de fomento de mi barrio se llamaba "Unión y Progreso". Todos los fines de semana, caíamos con los sanguches de milanga a ver a mi hermano (apodado "el zurdo") hacer brillar la pelota.
Hoy existe, pero casi funciona únicamente como un centro de jubilados, no hay mas juventú! que pena...
Abrazos melancólicos
marie
Conu, me disculpo por lo mismo, me emocionó los de las sociedades de fomento porque me hizo recordar mi infancia en clubes de barrio con bailes familiares incluídos.
A mi me carcomen los celos desde que escuché el programa de La Bloguera y Varsky se deshacía en elogios para tu blog, me cambiaste, a mi que tengo grosa billetera y un tatuaje por un ex empleado de mcdonalds!
Eaaa aguante el CONURBANO PAPÁ!! :D