A esta altura, decir que la política en el conurbano bonaerense está llena de historias que rozan la ciencia ficción, no es ninguna novedad.
Sin embargo, también debo decir que la historia que voy a contar, seguramente puede llegar a desbordar la capacidad de asombro de muchos/as lectores.
Como alguna vez había oído hablar del hecho, decidí recurrir a algunas fuentes confiables que me confirmaron que las cosas fueron como más o menos las voy a narrar.
Corría la década del 50 y en los potreros de Lomas de Zamora, esos que desbordaban de pibes con sueños de cracks, había dos petisos morochones que a base de voluntarismo y sacificio, buscaban destacarse para no quedar relegados a la incertidumbre, en el tan decisivo momento del pan y queso.
Ambos eran muy compinches, aunque hubiera algo en lo que nunca iban a coincidir: mientras uno era hincha del milrayitas, el otro abrazaba los colores del Taladro.
Con el tiempo, los dos jovenes dejaron los potreros, aunque no su afición por la pelota. Claro que uno de ellos perseveró, y unos años después debutaba en la primera de Racing. Su nombre era Pedro Marchetta, y su carrera futbolística fue más bien discreta: volante de características limitadas, un poco tímido para el esfuerzo, y bastante indisciplinado para tomar los hábitos de deportista.
El otro de los muchachos, Eduardo Duhalde, comprendió que su rol en el fútbol era el de hincha, y decidió estudiar la carrera de abogado, mientras cumplía tareas de bañero en el club Los Nogales de Alejandor Korn.
Marchetta también jugó en Ecuador, y unos años más tarde pudo cumplir su el sueño de jugar en la primera de Los Andes.
Al mismo tiempo, Duhalde terminaba sus estudios de derecho, e iniciaba una prolífica carrera como dirigente político en Lomas de Zamora.
Nunca dejaron de ser amigos.
Algunas décadas después, los dos amigos de la infancia eran personajes públicos con éxitos dispares. Marchetta desarrollaba una carrera errante como Director Técnico de varios equipos de fútbol (Racing de Córdoba, Rosario Central, Independiente, Racing Club, Belgrano, Los Andes, etc.). Duhalde era nada menos que gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con serias aspiraciones de ser Presidente de la República.
En 1997, los sueños presidenciales de Duhalde recibieron un golpe que casi lo hiere de muerte: su mujer, Chiche, perdió las elecciones en la Provincia frente a Graciela Fernandez Meijide, quien entonces era candidata de la incipiente Alianza.
Para colmo de males, los Duhalde habían perdido hasta en su propio pago, Lomas de Zamora, y todo hacía preveer que para las elecciones de 1999, donde Duhalde sería el candidato presidencial del Justicialismo, si no adoptaban una estrategia electoral efectiva, volverían a perder en Lomas, con el agravante de resignar ni más ni menos que la Intendencia.
Por ello, Duhalde intentó convencer por todos los medios al entonces Intendente Bruno Tavano, de no ir por su reelección, ya que era necesario hacer como que se venían "aires de cambio", y para ello propuso como candidato a Intendente a Osvaldo Mércuri.
El problema era que Tavano y Mércuri pertenecían a líneas opuestas del duhaldismo lomense, con lo cual la respuesta del Intendente fue "ni loco".
Fue entonces que Duhalde (jugador avezado de póker), decidió jugar el as que tenía en la manga: "Si no querés que sea el pelado (por Mércuri), te mando a internas con el Negro Marchetta".
Según cuentan nuestras fuentes citadas, la cara que puso Tavano ante la apuesta de Duhalde, fue más o menos la misma que pusieron los Intendentes del Conurbano cuando Tachuela les anunció que su candidato para las presidenciales de 2003 era Néstor Kirchner.
La incredulidad de Tavano tenía dos razones: por un lado, que su jefe político fuera capaz de ungir como candidato a un personaje como el negro Marchetta, era lisa y llanamente increible. Pero lo no menos increible, era que Tavano intuía que con Marchetta podía perder: por aquellos años, el Negro no solo era un tipo "muy conocido", sino que además, en el club Los Andes era (o es) una especie de prócer viviente. Si a eso le sumábamos al "aparato", la suerte de Tavano estaba echada.
Finalmente, la insinuación de Duhalde fue más una bravuconada que otra cosa. El problema surgió cuando a Marchetta le llegó el rumor, y salió a decir por todos lados que podía llegar a ser "el candidato de Duhalde en Lomas". Tuvieron que ir corriedo a pedirle que cerrara el pico y dejara de vender humo (por cierto, algo muy difícil tratándose de Marchetta).
Al año siguiente, Tavano fue como candidato y perdió con ¡Di Dío! pero bueno, esa es otra historia.
Sin embargo, también debo decir que la historia que voy a contar, seguramente puede llegar a desbordar la capacidad de asombro de muchos/as lectores.
Como alguna vez había oído hablar del hecho, decidí recurrir a algunas fuentes confiables que me confirmaron que las cosas fueron como más o menos las voy a narrar.
Corría la década del 50 y en los potreros de Lomas de Zamora, esos que desbordaban de pibes con sueños de cracks, había dos petisos morochones que a base de voluntarismo y sacificio, buscaban destacarse para no quedar relegados a la incertidumbre, en el tan decisivo momento del pan y queso.
Ambos eran muy compinches, aunque hubiera algo en lo que nunca iban a coincidir: mientras uno era hincha del milrayitas, el otro abrazaba los colores del Taladro.
Con el tiempo, los dos jovenes dejaron los potreros, aunque no su afición por la pelota. Claro que uno de ellos perseveró, y unos años después debutaba en la primera de Racing. Su nombre era Pedro Marchetta, y su carrera futbolística fue más bien discreta: volante de características limitadas, un poco tímido para el esfuerzo, y bastante indisciplinado para tomar los hábitos de deportista.
El otro de los muchachos, Eduardo Duhalde, comprendió que su rol en el fútbol era el de hincha, y decidió estudiar la carrera de abogado, mientras cumplía tareas de bañero en el club Los Nogales de Alejandor Korn.
Marchetta también jugó en Ecuador, y unos años más tarde pudo cumplir su el sueño de jugar en la primera de Los Andes.
Al mismo tiempo, Duhalde terminaba sus estudios de derecho, e iniciaba una prolífica carrera como dirigente político en Lomas de Zamora.
Nunca dejaron de ser amigos.
Algunas décadas después, los dos amigos de la infancia eran personajes públicos con éxitos dispares. Marchetta desarrollaba una carrera errante como Director Técnico de varios equipos de fútbol (Racing de Córdoba, Rosario Central, Independiente, Racing Club, Belgrano, Los Andes, etc.). Duhalde era nada menos que gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con serias aspiraciones de ser Presidente de la República.
En 1997, los sueños presidenciales de Duhalde recibieron un golpe que casi lo hiere de muerte: su mujer, Chiche, perdió las elecciones en la Provincia frente a Graciela Fernandez Meijide, quien entonces era candidata de la incipiente Alianza.
Para colmo de males, los Duhalde habían perdido hasta en su propio pago, Lomas de Zamora, y todo hacía preveer que para las elecciones de 1999, donde Duhalde sería el candidato presidencial del Justicialismo, si no adoptaban una estrategia electoral efectiva, volverían a perder en Lomas, con el agravante de resignar ni más ni menos que la Intendencia.
Por ello, Duhalde intentó convencer por todos los medios al entonces Intendente Bruno Tavano, de no ir por su reelección, ya que era necesario hacer como que se venían "aires de cambio", y para ello propuso como candidato a Intendente a Osvaldo Mércuri.
El problema era que Tavano y Mércuri pertenecían a líneas opuestas del duhaldismo lomense, con lo cual la respuesta del Intendente fue "ni loco".
Fue entonces que Duhalde (jugador avezado de póker), decidió jugar el as que tenía en la manga: "Si no querés que sea el pelado (por Mércuri), te mando a internas con el Negro Marchetta".
Según cuentan nuestras fuentes citadas, la cara que puso Tavano ante la apuesta de Duhalde, fue más o menos la misma que pusieron los Intendentes del Conurbano cuando Tachuela les anunció que su candidato para las presidenciales de 2003 era Néstor Kirchner.
La incredulidad de Tavano tenía dos razones: por un lado, que su jefe político fuera capaz de ungir como candidato a un personaje como el negro Marchetta, era lisa y llanamente increible. Pero lo no menos increible, era que Tavano intuía que con Marchetta podía perder: por aquellos años, el Negro no solo era un tipo "muy conocido", sino que además, en el club Los Andes era (o es) una especie de prócer viviente. Si a eso le sumábamos al "aparato", la suerte de Tavano estaba echada.
Finalmente, la insinuación de Duhalde fue más una bravuconada que otra cosa. El problema surgió cuando a Marchetta le llegó el rumor, y salió a decir por todos lados que podía llegar a ser "el candidato de Duhalde en Lomas". Tuvieron que ir corriedo a pedirle que cerrara el pico y dejara de vender humo (por cierto, algo muy difícil tratándose de Marchetta).
Al año siguiente, Tavano fue como candidato y perdió con ¡Di Dío! pero bueno, esa es otra historia.
Comentarios
Salutti
A buen entendedor, iniciales.
nos hiciste ver las caras jajaj
saludos
raro no?...